ESA NUBE QUE PASA 

A veces, tengo la sensación de que las cosas ocurren de manera prefijada, más allá de la voluntad o el interés de uno. Ahora mismo, según desgrano estas reflexiones, dedico mi atención a una nube, una sola nube, desdeñando las aledañas, que tendrían el mismo derecho, acaso más, a suscitar mi atención. La nube se ha fijado en mí, parece que me observa. Yo también la miro, no me achanto. Se podría decir que estaríamos en tablas. No gana ella, yo tampoco pierdo. ¿Qué juego es éste? Tiene que haber una razón oculta, o esquinada, para este procedimiento, diríase elitista, por mi parte, y por la suya. De repente, ocurre algo. La nube originaria, la que comencé a mirar hace un segundo, ya no está. Se ha convertido en otra, parecida a la inicial -misma hinchazón, parecida prepotencia-, pero es otra. ¿A dónde se engolfó la primigenia? ¿Qué derrotero siguió, sin avisar, ni siquiera dar una pista? ¿En qué paraje se volatilizó, dejando huérfana a la primera, de la que arranca esta glosa? Y no sólo a ella, sino a mí, que de repente descubro que no puedo confiar en nadie, pues, si una mera nube es capaz de traicionar, ¿qué no harán mis semejantes? Me desespero, me exaspero. Miro el mundo con muchísima reserva, pues intuyo que en algún lugar de este fatídico planeta estaría la clave del enigma. Al menos sería una respuesta. (¿Continuará? Mejor que no.)

12/07/2025

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *