Niños, viejas, animales
Pocas cosas merecen homenaje en este bajo mundo. Los personajes que aquí actuamos adolecemos de hipertrofia e hinchazón, como el río que baja crecido y se lo lleva todo por delante, con especial saña hacia la vivienda del humilde. Cuando en la autodenominada Unión Soviética llevaban al Gulag a sus ciudadanos (!), quedaban unos niños a la intemperie. Los rescataban de la calle o del hospicio anónimas viejucas llenas de prejuicios, que alojaban, criaban y educaban a las pobres víctimas, que ni siquiera eran de su sangre. Lo cuenta Vasili Grossman en su novela ‘Vida y destino’. Esas que se quedaban para vestir santos salvaban la vida y dignidad de los inocentes. Cuántas hay de esta categoría, principalmente en los pueblos y la periferia de este inmenso gran teatro. Nadie las ve, excepto los niños y los indefensos animales, perros, gatos, que alimentan a escondidas. Cuando llega el invierno, y con él la soledad, parece que Dios vuelve la espalda, pero es entonces cuando mira con incrementado ardor. Algún día, el león pacerá con el cordero y un niño pequeño les pastoreará. Y suponemos, aunque no está escrito, que bajo la atención vigilante de una vieja.
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Miedo, pena, angustia
No se sabe dónde acaba y comienza cada cual. El miedo hace al hombre desabrido y agresivo, como el perro apaleado y que muerde incluso a quien pretende mejorar su condición. La pena le vuelve manipulable y enfermizo, siempre a la sombra de su sombra y con sordo gesto de dolor y de agonía. La angustia clava en el corazón puñales que tal vez no existen, pero que duelen igual. La tríada de Parcas –miedo, pena, angustia– se presentan a la vez, pero cada una lleva la jefatura en su momento. Estas agoreras van y vienen. Después de muchos años, se amalgaman, transmutándose en hastío, que ha sido el objetivo que perseguían desde el comienzo y que se lleva como un pesado manto. Entonces es muy difícil sacudírselo. La persona está atrapada y abre una puerta a la desesperación, que puede hermanarse con la ira. Si aparece entonces la soberbia, se camina en rectos renglones a una muerte fea. Menos la muerte, todo lo anterior es evitable. Se puede hacer dándole la vuelta a cada menuda pieza. Poco a poco, día a día. No es tarea de un momento, sino de la vida entera. Esto –aparte de otros asuntos más halagüeños que se olvidan– es vivir, precisamente.
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Hoja de ruta del mesianismo político
Imagínate tú, caro lector, que vales poco. No destacas en ningún campo, intelectual o físico, y tampoco te adornas con prendas morales, como la humildad o la bondad. Tienes, eso sí, tu poquito de oratoria, bastante caradura y hasta un título universitario de andar por casa. Desde tus tempranos años basculaste al campo de la envidia, aunque tú siempre la has llamado ‘anhelo de justicia’. Encontraste acomodo natural en la política, juntándote con otros como tú. El país tiene problemas de cierta gravedad, nadie los niega. Pero tú con tus amigos los simplificáis en eslóganes agresivos, que rápidamente hacen suyos los incautos. Ofrecéis también la solución, que conlleva la felicidad universal de vuestra mano. Los ciudadanos os elevan al poder con ayuda inexplicable de las televisiones. Comenzáis a legislar. Las primeras medidas son muy aplaudidas porque van contra los ‘ricos’. Sin embargo, y para sorpresa y decepción del pueblo que os apoya, fracasan. Buscáis culpables. Los encontráis. Los reprimís. La situación se agrava. Leyes aún más restrictivas. Nada mejora, al contrario. La nación se desabastece: no hay ni para limpiarse el culo. Desenmascaráis todavía a más culpables. Muchos, sobre todo jóvenes, son apaleados. Algunos mueren. Vuestros discursos se vuelven incendiarios. Se va todo al carajo. Os podéis felicitar: habéis triunfado.
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Los “sabios” que en España hay
Son esos que, siendo cualquier cosa no muy definida pero en las alturas nebulosas del poder –una cátedra, la presidencia de alguna fundación–, muestran siempre y como norma una opinión muy ponderada, emanando un aire de especial autoridad. No se sabe de dónde les viene su ascendiente, pero es indudable que lo tienen. Se recurre a ellos en las crisis graves, económicas, políticas, cuando suscita inquietud el futuro a medio plazo. Hablan suave, visten suave y peinan canas que también son suaves, inspirando absoluta y rendida confianza. Exhiben sonrisa entre triste y desmayada, como si estuvieran agobiados por un peso invisible. Han publicado algún libro, nada serio, pero que pasa por canónico en su campo. El entrevistador que busca sus respuestas se dirige a ellos con reverencial respeto. Se les llama ‘sabios’, digámoslo ya, y también que son tremendamente autoritarios, a pesar de sus maneras aterciopeladas y evanescentemente democráticas. Si te los tropiezas en algún canal televisivo, es altamente recomendable que hagas zapping.
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La otra cara de la moneda (o los que tienen que servir)
Aquí recogemos frases literales extraídas de los medios y les damos juguetonamente la vuelta a la tortilla en cuanto al sexo. Rechina un huevo, no me digan que no.
UNA: 25 cosas que un hombre no debería soportar en una relación. (Ponía ‘una mujer’.)
DOS: Si le quieres, cuídale. (Se hablaba de ‘ella’.)
TRES: Cómo hacerse respetar como hombre. (Ídem.)
CUATRO: Cómo manejar a una chica. (Ponía ‘chico’.)
CINCO: Tener una novia que te trate como mereces y que se comporte como una adulta responsable. ¡Existe! (Igual.)
SEIS: Tienes que estar seguro de ti mismo. (Era ‘segura de ti misma’.)
SIETE: Por qué las mujeres son tan simples. (Ponía ‘hombres’.)
OCHO: A las mujeres (ponía ‘hombres’) hay que tratarlas (los) cómo a los tacones, si te lastiman, cámbialos.
NUEVE: Un estudio científico llega a la conclusión de que las mujeres son idiotas. (Ponía ‘hombres’.)
Tengo más; pero como muestra, estos botones. De nada.
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Las seis fuentes de inspiración y aprendizaje al novelista y al actor (lo que tampoco sobra para otras profesiones)
No es tontería decir que tanto novelistas como actores deben ser fundamentalmente estudiosos. Aunque su tipo de estudio no es hincando codos para rendir cuentas en una oposición, sino muy primordialmente dejándose permear por el ambiente, que está a su alrededor a su servicio y casi diríamos que gratis. (Soy consciente de que, en el caso de los actores –para los novelistas, menos–, los imperativos del oficio les exigen frecuentar cócteles, saraos, fiestas para estar en eso que se llama, o se llamaba, ‘la pomada’ y conseguir papeles y contratos, lo que puede distraerles de lo que a continuación se indica.)
Las seis fuentes son:
1) Tú mismo/a. Eres un amasijo de ideas, nervios y sentimientos contrapuestos. Tu estado de ánimo varía un millón de veces a lo largo del día. Si eres mujer, ni te cuento. Así que ahí, en ti mismo/a tienes un inagotable campo de investigación. Y si por ventura te meten en la cárcel, Dios no lo permita, miel sobre hojuelas, pues sobre la tarea impuesta habrá de añadirse pero que muy entretenida peripecia de la que aprenderás quieras que no.
2) La gente que te rodea, comenzando por tu propia familia. No me digas que no hay campo. Tu padre, tu madre, tus hermanos/as, tus primos, tíos, abuelos, antepasados, sobre todo aquel del que se habla con sordina, ya sabes a quién me refiero: el bisabuelo Gundemaro, del que todavía, entre sonrojos y risitas ahogadas, se cuentan historias en el pueblo.
3) El teatro universal, el escrito. Ya sabes: Ibsen, Esquilo, Sófocles y Eurípides, Lope, Chejov, Mihura, toda la tropa…
4) La novela universal. Balzac, Valera, Dostoyevsky, Dickens… y tantos otros que no pongo aquí porque los doy (ya sé que no) por sobradamente conocidos.
5) El cine. Principalmente el clásico y sin olvidar la etapa muda, que algunos consideran el verdadero cine, a continuación del cual declinó el séptimo arte. No les falta algo de razón. En Murnau está todo. Y en Chaplin. Pero vale, condesciendo a que veas el sonoro. Policíaco, del oeste… Que por cierto, tardíamente he descubierto que el ‘cine del oeste’ (y los demás) lo que verdaderamente narra es una historia de amor. ¿No has visto, por ejemplo, ‘Johnny Guitar’? Ya estas tardando. Sin embargo, mucho cuidado con lo actual: te puede desviar de la esencialidad que te deseo; mejor dicho: que te exijo. En no pocas ocasiones, es basura. Ya sé que, por oficio, tendrás que verlo, opinar y, a veces, si tienes suerte, deberás aceptar un papelito, porque al fin y al cabo para eso estás. Tacto y cuidado. Y ya sé que hay cintas memorables en la presente actualidad, que no son precisamente las que te están contando.
6) La Biblia. Sí, la Biblia, qué pasa. La puedes coger y manejar, de momento por fuera y con cuidado: en seguida comprobarás que no produce sarpullidos. Aquí está reflejada la historia universal: la pasada, la presente, la futura. La de la humanidad en su conjunto, la tuya propia, personal e intransferible, como ponían antiguamente en los carnets. Sin olvidar la etapa ultraterrena, que debe gravitar sobre tu presente, pues si no es así, tu vida actual será pobre o errática. Con esto no quiero decir que profeses ningún credo, pero no les seas hostil. En la Biblia, la gente tropieza (peca) innumerables veces. Dios les corrige y perdona siempre. Se arrepienten, hacen penitencia, pero, pasado un tiempo vuelven a caer. Dios planea en todo lo que hacen, a veces de manera visible u ostentosa, otras parece que ha desaparecido y que jamás volverá el pueblo a sentirlo. ¿Hay historia más bonita que la narrada en el libro de Tobías? El padre, justo, piadoso y objeto de la irrisión de sus conciudadanos; la madre, también justa pero regañona; el hijo cumpliendo el encargo de su padre y, sin advertirlo, consiguiendo la esposa que le estaba destinada. Al final –perdóname por destripártelo– cura de la ceguera a su progenitor y es la alegría de la madre, que a punto estuvo de sucumbir de añoranza. Todo el viaje le acompañó el ángel Rafael, que no sabemos si a los demás no nos está pasando igual. He elegido este relato como muestra, pero ahí está la historia de José, la agonía del profeta Jeremías, el anuncio del viejo Simeón a la madre de Jesús de que una espada le atravesaría el corazón… Y para los amantes de emociones fuertes, ese momento impagable, nada que se le pueda comparar, de cuando los soldados levantan una cruz y se oscurece el cielo. No terminaría de contarte. Es un libro inagotable: empápate.
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3 personajes (sorprendentes) en contra del aborto
1) TABARÉ VÁZQUEZ (de izquierdas). Este señor ha sido Presidente de Uruguay y ahora vuelve a serlo. Oncólogo. Masón. Algunos de sus argumentos sobre el tema:
“El verdadero grado de civilización de una nación se mide por cómo se protege a los más necesitados. Por eso se debe proteger más a los más débiles.”
“La legislación no puede desconocer la realidad de la existencia de vida humana en su etapa de gestación, tal como de manera evidente lo revela la ciencia. La biología ha evolucionado mucho.”
“Es menester atacar las verdaderas causas del aborto en nuestro país (Uruguay) y que surgen de nuestra realidad socio-económica. Existe un gran número de mujeres (…) que soportan la carga del hogar solas. Para ello, hay que rodear a la mujer desamparada de la indispensable protección solidaria, en vez de facilitarle el aborto.”
2) RAFAEL CORREA (de izquierdas). Este señor es Presidente de Ecuador. Sus palabras contundentes en contra del aborto están en Internet. También, sobre eso que ha dado en llamarse ‘ideología de género’.
Si se consiguiera legalizar el aborto en su país: «Yo inmediatamente presentaré mi renuncia al cargo. Para defender la vida estoy dispuesto a renunciar a esto y la historia sabrá juzgarme«.
Sobre eso de la ‘ideología de género’: «Creo en la familia y creo que esta ideología de género, que estas novelerías, destruyen la familia convencional, que sigue siendo y creo que seguirá siendo la base de nuestra sociedad».
3) GUSTAVO BUENO (ateo). Este señor es filósofo.
«Desde mis postulados materialistas converjo plenamente con los obispos y su verdad revelada: no al aborto. No es una cuestión religiosa. Ni de izquierdas y derechas.”
(…) “la defensa de la vida no es cuestión de creencias religiosas ni de ideologías, sino de proteger los más elementales derechos humanos, de modo acorde con las evidencias científicas y la legalidad constitucional, internacional y sanitaria de carácter vinculante.”
No son los únicos en la izquierda. Las primeras feministas, hará un siglo, eran declaradamente antiabortistas. Consideraban el aborto un ataque brutal a la mujer. Luego, claro, vinieron nazis, comunistas y la parte más despiadada del capitalismo, que utiliza el aborto para controlar a los más pobres.
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Tú y tu circunstancia
1) Se plantea la cuestión, no de cómo es la persona, que más o menos lo podemos percibir, sino de quién es. Lo que eres de verdad, más allá de lo que figuras o aparentas, del oficio con el que te ganas la vida, de tu posición, de lo que tú mismo piensas sobre ti.
2) Es muy difícil saber esto, y muy fácil engañarnos –con nosotros y con los demás–, que es lo que hacemos la mayoría, en diverso grado.
3) Había una película con título espantoso –“Sexo, mentiras y cintas de vídeo”– que evidenciaba esto. Un tipo que, sin que su familia lo percibiera ni por lo más remoto, tampoco él, estaba corrompiendo el verdadero carácter y comportamiento de los suyos. Expurgado el sujeto, todos recobran su moral y su ser auténtico.
4) Se dice también que las circunstancias extremas acaban por evidenciar la genuina naturaleza de quienes las padecen. Lo cuenta en algún lugar Jorge Amado, el enorme novelista brasileño, acerca de la militancia política clandestina y la resistencia a las torturas: el que era tenido por pusilánime y cobarde, se termina elevando a sorprendentes niveles de heroísmo, para sorpresa de quienes creían conocerlo. Y al contrario. Los campos de concentración dan similares ejemplos.
5) Los Salmos y los profetas no se cansan en este sentido de insistir: que Dios nos pruebe y nos sondee, para que emerja nuestro yo auténtico, el que somos de verdad.
6) El escritor Korolenko dice en alguna de sus obras que cada generación tiene su propia lucha, que no puedes, y mucho menos debes, rehuir. El premio será tu propio nombre, el verdadero, el que sólo Dios conoce, grabado en una piedrecita blanca, como reza el Apocalipsis.
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¿Semana Santa?
A juzgar por lo que vamos viendo, y las televisiones no se cansan de retransmitir, no parece que la prohibición de la Semana Santa sea inminente. La cantidad de personas involucradas en las procesiones que tienen lugar en numerosísimos pueblos y ciudades de España, como público o directamente formando parte de ellas, pone de relieve un sentimiento religioso que, lejos de extinguirse y a pesar de los vaivenes experimentados, sigue tan vivo o más que nunca. Las personas, obvio es, no son obligadas a darle pujanza a tales manifestaciones de fervor: una inmensa mayoría las respalda porque les sale de dentro (iba a utilizar una expresión algo más tosca). Todo lo cual serviría para dejarlo estar. Pero este argumento no basta para algunos. Su afán totalitario pretende imponer sus propias ideas, en principio tan respetables como las contrarias, a la población entera: lo que a mí no me gusta a ti tampoco te tiene que gustar. Afortunadamente, en este y otros campos, pisan terreno movedizo. Son jóvenes, algunos quizá menos; tampoco, se diga lo que se diga, son muy listos, y han calibrado erróneamente el sentir del pueblo, palabra esta última que les gusta tanto. Pero conviene precaverse. La idea de democracia –gobierno de la mayoría, respetando minorías– les es ajena. Su único objetivo es el poder, conquistado el cual, impondrán su particular visión del mundo, que sabemos cuál es porque la hemos visto trágicamente plasmada en no pocos lugares. Pero tienen una virtud, que es la paciencia. Así que ojo. No me vengáis luego llorando.
Aquí hay un vídeo de la Procesión Santísimo Rosario del Dolor, de la Semana Santa Valladolid 2015. Quitado hasta poner el aviso de cookies.
Procesión Santísimo Rosario del Dolor. Semana Santa Valladolid 2015.
(Tomado de Tribuna Valladolid.)
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Qué ocurre si te apellidas Pérez
Pues que más te vale que tu segundo apellido, el de la madre, sea un poco engolado o tenga empaque. Si no es así y te apellidas Pérez Rodríguez, Pérez Pérez o Pérez García –lo mismo vale si se invierten, o sea, Rodríguez Pérez, Pérez Pérez (éste, como es capicúa, queda igual) y García Pérez–, llévalo con toda la paciencia y humildad que puedas. Pero me reconocerás que ganas un montón si te apellidas, verbigracia, Pérez Gorgonzola, Pérez Arespacochaga o Pérez de la Merced. Es verdad que siempre correrás el peligro de que, para humillarte, te denominen simplemente Pérez. Es aquí donde la personalidad, si la tienes, una personalidad fuerte, rotunda, arrecha, que dirían en otros lugares, debe jugar a tu favor. Dirías en este caso: ‘Caballero, le ruego se dirija a un seguro servidor de manera suficientemente indicativa. Pérez hay muchos; Pérez Arespacochaga (o Pérez Gorgonzola, o Pérez de la Merced), la persona que tiene usted delante, máxime que soy hijo único, Pérez Arespacochaga, decía, sólo yo’. Y te impones, que es de lo que se trata. Pérez Lurueña. Este apellido es fantástico, mucho mejor que los arriba mencionados. Se puede decir que te ha tocado la lotería. Médico, juez o cardenal, no te queda otra. Imagínate que te estás identificando, donde sea, aquí no me meto. ¿Nombre? Alberto, Carlos, José Ramón… el que sea. ¿Apellidos? Pérez Lurueña. El que te toma los datos levanta brevemente su mirada y la vuelve a bajar, pensando: ‘Ojo con éste, que es alguien’. A continuación, te deja ir, diciendo: ‘Por hoy pase, señor Pérez Lurueña. Intente en el futuro no saltarse más stops. Los muertos ya los retiramos nosotros. Tenga un buen día’. Pérez Lurueña. Qué suerte tienes, cabronazo.
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Miserias (de expresión) al descubierto
1) En mi cuerpo mando yo. Esta expresión la suelen utilizar los/as abortistas, para justificar su violencia sobre el cuerpo de otro, absolutamente inerme y dependiente, por otro lado. A lo que cabe precisar que nadie manda en su cuerpo porque, de ser así, no cogerías ni un catarro. Tampoco envejecerías ni, mucho menos, morirías. A no ser que seas masoca y te guste el deterioro físico, padecer gastroenteritis o que te salga una hernia.
2) Hay que hacer lo que te pide el corazón. El ‘corazón’ te pide muchas veces melonadas. Pero ahí está tu juicio para evitar que las cometas. Y existe la palabra ‘discernimiento’. Que está en desuso, ya lo sé.
3) En la vida, hay que disfrutar. Dos problemas a esto: a) Lo que cada cual entiende por ‘disfrute’. Para unos, consiste en ir al fútbol o una merienda de campo. Nada que objetar. Otros, en cambio, obtienen su gozo violando mujeres o pegando palizas a mendigos; y b) Muchas veces, se debe subordinar el disfrute, aun el legítimo, al deber, por ejemplo, atendiendo a los hijos o simplemente estudiando o trabajando.
4) Es bueno acumular experiencias; cuantas más y más variadas, mejor. La vida ya te proporciona las suficientes y surtidas para que tengas que buscarlas. Y que te golpeen con un martillo en la cabeza o sufrir voluntariamente una descarga que te prive del sentido son experiencias que no deben desearse en ningún caso. Lo del puenting tampoco lo termino de ver yo.
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Los que tienen que servir(nos)
Son aquellos que postergan su vida personal, sus aficiones, la realización de una trayectoria profesional exitosa, e insisten en buscar nuestra felicidad con un denuedo, un interés, superiores a los de nosotros mismos, que tantas veces flaqueamos en la persecución de nuestros propios objetivos.
Según escribo esto, me encuentro a punto de las lágrimas: un ejército de filántropos, a quien en su inmensa mayoría no conozco, se preocupa de mí, me quiere, pierde el sueño buscando la resolución de mis problemas. Y no sólo me quiere a mí, sino a la inmensa mayoría de mis compatriotas.
Es justo reconocer que, entre ellos, dado que se dividen en facciones, las discrepancias no son pequeñas. Es humano. Muchas veces, parecen pelearse entre sí. Pero la sangre nunca llega al río y el denominador común ahí lo tenemos: el intenso amor que nos profesan, que jamás se agota y que comparten.
Todos los países decentes tienen su monumento al soldado desconocido. Desde esta triste y patética columna, proponemos la inmediata creación del correspondiente monumento al político desconocido, ese al que no conocemos en persona o sólo contemplamos a través de nuestra televisión o en la abultada lejanía de los mítines, cuando su cariño se desborda y, como el gorila enardecido que se golpea el pecho, porfía en su inclinación solidaria hacia nosotros. Se haría por cuestación pública, que es como se hace lo que el pueblo siente verdaderamente como suyo.
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Contra los hombres
Una feminista radical, de cuyo nombre no quiero acordarme, propone que los varones seamos recluidos en cárceles o campos de concentración, por el mero hecho de nuestra condición masculina. Hasta aquí, nada que objetar.
Una de las fantasías recurrentes de esta triste y patética columna consiste, precisamente, en eso. En ir al trullo, el motivo sería lo de menos. La multitud de responsabilidades que nos agobian desaparecería de repente. Horario regular, la comida en la mesa, leer en tu celda hasta que dan el aviso de apagar las luces para que podamos los internos conciliar tranquilamente el sueño. Y elucubrar un plan de huida. Esto, no por nada, sino por seguir la tradición, pues quién iba a ser tan tonto de abandonar voluntariamente semejante sinecura.
Podríamos, también, cultivar un pasatiempo, como el hombre de Alcatraz, que se convirtió en autoridad ornitológica a partir del pajarillo que entró por su ventana y del que se hizo inseparable. Estando libre, hay que admitirlo, se te va el tiempo en bobadas.
Sí es cierto que le vemos una pega a esta propuesta. La citada feminista radical -por la boca muere el pez y quien hace la ley hace la trampa- concedería a nuestras familiares femeninas la facultad legal de sacarnos provisionalmente del talego para, después de usarnos, devolvernos. Aquí, serena pero firmemente, nos plantamos. Si se nos interna en el campo de concentración es para siempre. Nada de te saco un rato para que te dé el aire, que no sería sino un pretexto traído por los pelos para enviarnos al supermercado a comprar leche de oferta. La media hora de patio, por la mañana y por la tarde, incluso menos, es suficiente para orearnos. Éste sería el único punto innegociable del invento. Con todo lo demás, conforme.
Ellas se quedarían fuera del perímetro recluso trabajando como mulas, ocupándose de la agricultura, de la industria, de todos los sectores incluido el del gobierno y sin descuidar -muy importante- la intendencia de las cárceles. Mientras nosotros, los hombres, filosofamos, echamos una partida de ajedrez, con chupito de licor de cerezas incluido, terminamos de leernos entero a Julio Verne y nos empapuzamos de películas y series, que hay muchas que todavía no hemos visto, de ahí nuestra tosquedad y prepotencia.
Por desgracia, mucho nos tememos que la medida no prospere. Las propias mujeres se ocuparán de hacerla fracasar. Siglos de pensamiento patriarcal, de sometimiento de ellas y opresión, no se borran de un plumazo. Los feministas de corazón lo lamentamos. Pero es un paso que se vaya comentando. Se abre el debate.
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5 sencillos pasos (y uno de propina) para ser feliz
1) Que te vaya bien. En el trabajo, la vida familiar, en todo. Si en alguno de estos campos naufragas, ¿cómo esperas ser feliz?
2) Gana la lotería. Pero a lo grande. No cuatro perrucas, que eso no da ni para pipas. ¿De cuánto hablamos? Eres tú el que debe fijar la cantidad. Si eres pobre de solemnidad, te conformarás con menos. Y si eres rico, ganando una lotería no será bastante. Tendrás que ganar dos loterías. La Primitiva y el Gordo navideño. Atrévete.
3) Cómprate una mascota y que te la cuide otro. Los animales son muy beneficiosos para la salud física y mental de las personas. Pero es engorroso cargar con el pienso y otras cosas que necesitan estos bichos, sobre todo si, por ahorrar, compras el saco grande de 20 o más kilos. Y que al perro, si lo es, que puede ser gato, o pececillo de colores, lo pasee tu madre, aunque según lo haga la buena anciana se acuerde, con sentimientos encontrados, del inolvidable momento en que te dió a luz.
4) Anda por el campo. La sencillez de la naturaleza es lo mejor para que te sientas en paz y en armonía. Bien es cierto que, cuando oscurece, es importante que regreses a tu piso, que, como es lógico y venimos apuntando, debe contar con todas las comodidades de que te puedas rodear: calefacción en verano… perdón… en invierno, el frigorífico lleno y que no falten cervezas, tele de plasma y si puedes tener en la pared un cuadro de Picasso, porque eres rico, mejor que no, que crispa. Vende el cuadro y cómprate unas láminas de la Torre Eiffel o el Cañón del Colorado, por ejemplo.
5) Ésta es la más importante. Déjame que piense. Ya está. Tener salud. Entera, cumplida, rebosante, no te me cojas ni un catarro, ni tropieces y, porque llevas las manos en los bolsillos, te rompas los paletos contra el suelo. Si así ocurre, la felicidad se irá al garete.
6) (Éste es el de PROPINA.) Ten un confidente con quien compartir tus alegrías y tus penas, sobre todo las segundas. Si eres hábil, te quedarás con las alegrías y él o ella irán asumiendo tus desgracias. Mientras tú te pones cada vez más rozagante, él o ella irán cayendo en un pozo depresivo que no puede menos que encantarte.
El momento es ahora. Mañana puede ser tarde. Anímate.
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Cosas que ya no se llevan
Los tiempos cambian, no pocas veces de manera imperceptible. No solemos darnos cuenta de la ausencia de determinado comportamiento, actitud o pensamiento hasta que un buen día, de repente, caemos en la cuenta de que tal faceta de la vida o expresión han desaparecido callada y limpiamente. Ocurrió con ‘obsoleto’, que estuvo diríase que décadas sin que nadie pronunciara tal vocablo, hasta que una buena jornada alguien decidió volverlo a utilizar. Arraigó y se extendió, adquiriendo la persona que lo usaba rango de refinado o medio culto. Ahora, vuelve a estar en retroceso. Abajo y en negrita pongo lo que se fue y quién sabe si regresará en algún momento.
Beber en botijo. Quizá en algún remoto lugar de Extremadura o de Castilla. O un trastornado, para hacernos quedar mal a todo el mundo.
El pantalón bombacho. Sólo pervive ya en las historias de Tintín. Algo es algo.
La palabra ‘nalga’. Queda como desganada o desnutrida, prefiriéndose glúteo, que parece más rotundo. Las dos se usan más bien en plural. O sea, nalgas o glúteos. La última rima con plúteos, que viene a ser como una estantería, lo digo por si haces poesía de la que pega. Sin acento, o sea pluteo, es un artilugio de guerra que usaban los romanos, nada que ver.
Jugar al aro. En la época en que tal se hacía, la expresión aunaba, con su significado natural, el sicalíptico. (Buscar lo que significa ‘sicalíptico’: no te acostarás sin saber una cosa más.)
Los tirabuzones. Niños, por supuesto que no. Pero ni las niñas ni mujeres, a no ser actrices caracterizadas para algo de época. No las quedaba mal, pero menudo trabajo ahora que se han emancipado. Se tiraban una tarde entera.
El niño cantor (en plural sí). Tiene algo de franquista la expresión.
Decir ‘jolines’. Noñismo que decían las niñas antiguas, en sustitución de otra expresión que también comenzaba con la jota. (También se usaba ‘jopelines’, que era ya rizar el rizo, utilizado por la más levantisca del grupo.) Si eres hombre, va en demérito tuyo usar cualquiera de ambas. Aunque con la que está cayendo…
Llamarse Régulo (esto yo no sé si se ha llevado alguna vez). No rima elegante.
Las amas de cría. Tenían luego una autoridad derivada de su función, nada pequeñas todas.
Saltar una tapia. Era el principal oficio de los niños de antes. Quien no ha saltado en su temprana edad una o muchas tapias (el motivo es lo de menos) acarrea una tara que no es de extrañar le haya encaminado a la política. La tapia, por su propia naturaleza, era franquista. Al presente, se utiliza más el ‘vallado’, que no es exactamente lo mismo y suele ser provisional, no como la tapia, que parecía perenne.
Calificar a un niño de ‘estudioso’. Se le ve fatal ahora. El llamado bullying normalmente lo arregla.
Llamar ‘merluzo’. En los tebeos, ahora llamados cómics, se usaba mucho. Luego, pasó a la vida… hasta su fenecimiento. Cabría recuperar el vituperio, dada la colosal hornada de aspirantes a los que sentaría como un guante.
Usar ligas (el hombre). Qué épocas. Gracias a Dios que ya pasaron.
Elogiar a alguien llamándole ‘pundonoroso’. Equivale ahora a ‘remilgado’, que se la coge con papel de fumar. Yo conozco a uno que vive con su madre.
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Crasa grasa
En España, engordamos en las fiestas navideñas entre 3 y 5 kilos. Dejémoslo en 4. Si somos 45 millones de españoles, el total de lo engordado habrá sido de 180 millones de kilos. Convirtiendo esto en toneladas (parece propio) nos salen 180.000 toneladas de foquez. Pero olvidémonos de focas y vayamos directamente a la ballena. El peso de la ballena, dependiendo de su categoría, oscila entre 180 toneladas y meramente 16. La media aproximada de su peso la podemos buenamente dejar en 75 toneladas. Si tomamos como unidad de peso la ballena de 75 toneladas, habremos engordado los españoles (y españolas, ahí os duele) unas 2.400 ballenas. Aparte de todo, esas 180.000 toneladas (o 2.400 ballenas) ahora se han humanizado y forman parte de nosotros mismos. En otras palabras, y como diría Shakespeare, si se pinchan esas lorzas, te duelen, sin las increpas se entristecen… más o menos esto es lo que decía, si quieres precisión te levantas tú y lo miras. En resumidas cuentas, España, ahora, es mucho más humana que antes. Más gorda, pero por ello mismo más humana. De toda la vida, se ha pensado que el gordo tenía buen carácter, circunstancia que puede venirnos bien a nuestra atónita situación actual como nación. Míralo así.
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Hemingway y su decálogo para escritores
Éstos son los consejos que, por lo visto, daba Hemingway a los que deseaban menear vocacionalmente la pluma. Lo he sacado de Twitter, así que le doy el crédito que (presuntamente) se merece. Pongo en negrita lo que Ernesto dicen que decía -probablemente, sí-. Lo demás es mío. Cuando tenga un rato, elaboraré yo mi propio decálogo, aunque me parece que he hecho ya algo parecido en algún sitio.
1) Permanece enamorado. ¿De qué? ¿De quién? ¿De una persona, de la vida? Qué chorrada.
2) Esfuérzate en escribir. Yo cambiaría el ‘esfuérzate en’ por el mero ‘ponte a’. El escritor, normalmente, tiende a demorar sentarse en su potro de tortura. Luego te pones, y no es para tanto. Pero a lo mejor, estamos hablando de lo mismo.
3) Mézclate estrechamente con la vida. Me parece un poco tonto esto. ¿Qué es mezclarse, y además estrechamente, con la vida? ¿Matar leones? ¿Ser empleado en una mercería? ¿Ama de casa? Explícate, Ernesto.
4) Frecuenta a escritores consagrados. Para nada. Y menos, en España, donde la consagración viene del favor, nunca del mérito. En nuestro país, el escritor es sobre todo y por encima de cualesquiera otras circunstancias, un ideólogo, progresista, por supuesto. La demostración -en negativo- la tienes ahora mismo delante de tu cara… Pero si te empeñas en frecuentar a escritores consagrados, asegúrate antes de que han muerto: toquecito con el pie y que no se muevan.
5) No pierdas el tiempo. Toda la razón. Aunque, a veces, parece que el escritor está perdiendo el tiempo, pero no. Sin que esto sirva de excusa a la vagancia.
6) Lee sin tregua. Totalmente de acuerdo. Al cien por cien.
7) Escucha música y mira pintura. Tampoco sobra, pero no es absolutamente imprescindible.
8) No intentes explicarte. Naturalmente. Explicarse es de débiles e inseguros.
9) Sigue el impulso de tu corazón. Una mierda. A ti, Ernesto, el impulso de tu corazón, aparte de cazar a lo macho (es expresión), lo que hiciste en la guerra española (parece que tu conducta habría sido mejorable) y pegarte un tiro, el impulso de tu corazón, digo / decía, no te condujo por aceptables derroteros. Ya sabemos que el escritor es inestable, pero de ahí a ‘seguir el impulso del corazón’. Esto es de Paulo Coelho, coño.
10) Calla: la palabra mata el instinto creador. Cierto. No hables de lo que escribes, ni de cómo lo haces, ni de las dificultades que estás teniendo. Entre otras razones, porque siempre habrá un melón (o una sandía) que te quiera aconsejar.
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Colección de novelas de misterio
La Editorial Magguffo, radicada en el Desfiladero de las Termópilas, acaba de sacar a la palestra su colección de novelas de misterio, de cuyas primeras entregas hacemos gustosa referencia.
‘El misterio de la rubia teñida’. Ejercicio apasionante para dilucidar si la protagonista era rubia natural y se volvió castaña o morena, sin descartar que fuera pelirroja, o era como acabamos de decir y acabó rubia, platino o no, que también tiene su aquél.
‘El caso de la daga enjoyada’. Lo de menos es que con ella se consumara un asesinato o los que fueran. Lo principal reside en dilucidar, a partir de las prolijas descripciones que se nos ofrecen, qué clase de gemas incorporaba en su empuñadura el arma, cuál era su procedencia, sin omitir aquilatar su valor en el mercado.
‘El caso del bolero cadencioso’. Lo ponían a todas horas, principalmente de noche y a la hora de la siesta. Por qué lo hacían. Quién estaba detrás. Qué objetivo perseguían. Y si guardaba relación con aquel espantoso asesinato que terminó horrorizando a todo el barrio.
‘El caso de la primavera tardía’. Impecable ejercicio que nos muestra, en estricto orden: 1) Por qué se demoró la primavera, permitiendo que el blanquecino y duro invierno ocupara más meses de los que le correspondían en el calendario; y 2) Cuánto duró y, si acaso, ella, la primavera, invadió asimismo el tiempo destinado tradicionalmente al verano.
‘El misterio del ascensor’. Por qué había en aquel paraje un ascensor. Quién mandó ponerlo. Quién lo construyó y montó. Número de personas que ulteriormente lo ocuparon, de subida o de bajada. Su rango, posición en la vida, sus costumbres. En qué acabó aquella ilusionante empresa.
‘El caso del caballo de carreras’. Qué velocidad alcanzaba el solípedo. Las carreras que ganó. Las que perdió. El jockey que lo montó, o si fueron varios. Si el dueño sufrió presiones para que resultara amañado el resultado. Si el dueño presionó para que resultara amañado el resultado. Si la policía pilló a alguien, en referencia a esto de amañar el resultado.
‘El caso del marido hacendoso’. Hacía sin rechistar las tareas de la casa. No le gustaba nada la cerveza. Se acordaba de las fechas señaladas. Aquello tenía que encerrar un oscuro secreto. Ella se propuso averiguarlo. Lo que encontró fue más fuerte de lo que nunca pudo llegar a imaginar.
‘El misterio del colchón en la ladera’. Quién abandonó ahí, limpiamente (es un decir), el colchón. La persona o personas que durmieron sobre él a lo largo de su (prolongada en exceso) vida útil. Si hicieron otra cosa que dormir; verbigracia, tomar el desayuno, dejándolo todo perdido de migas de galletas. Por qué no se llamó al ayuntamiento, que ofrece un servicio gratuito de recogida de trastos, etcétera.
‘El caso del Evangelio perdido’. Historia pérfida y perfectamente documentada de las razones por las que el Vaticano escondió en un sótano durante siglos este papiro imperecedero, escrito en sumerio, en chino y en acadio, bajo la custodia de una orden secreta, y por qué ahora un investigador audaz e independiente va y lo saca.
‘El misterio de las tres mujeres’. Por qué eran tres. Por qué no más, o menos. Quiénes eran. Por qué se reunían en aquel café después de llevar a los niños al colegio. La razón de su charla insustancial y colorista. Y si alguna de ellas, o las tres, integraban la asociación de padres y madres de la escuela.
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Lo que yo te diga y de quien tú y yo suponemos
Esto es un marrano que tenía papeles comprometedores de cuya difusión podían caer las estructuras al completo. El árbol, las ramas, las raíces, hasta la tierra: todo. Por eso iba tan chulo por ahí, a pesar de que había robado a dos carrillos, aprovechándose de su alto cargo al que se había encaramado mintiendo y embaucando y sin valer una mierda, solamente con jeta y desparpajo. “Al que me toque el pelo de la ropa”, insinuaba, rodeado de su clan, que, encabezado por la mama (sin acento), sonreía aviesamente por un colmillo, “ya sea elevado o pura chusma, le va a caer un paquete de no te menées”. Y se tenían todos que aguantar. Dicho de otra manera, que les tenía no sé si a todos, pero sí a muchos, cogidos por los huevos, habiendo compartido con él francachelas y marranadas de variado signo, mientras tenía bajo la bota y engañados a los serviles. Este cuento acaba mal, no para el marrano este ni su famiglia (me parece que esta palabra, así puesta, es italiana), sino para los robados, estuprados, calumniados y oprimidos. Quiere decirse que el fulano naranjas de la China pisa el talego, por eso de los dosieres comprometedores que guarda a buen recaudo. Y es que de las dos justicias –la buena y la mala–, para el pobre sólo existe la segunda. Lo pongo todo así, a lo barullo y no poco ambiguo, para que cierta judicatura de cierto país, que tiene el gatillo fácil para quien no puede defenderse y sólo se muestra valiente con las titis, las de su cuerda, claro, no encuentre campo contra aquí. Que está mal escrito, ha sido servidor el primero en darse cuenta. (Pongo en negrita los artículos determinados –se me puede haber pasado alguno– para que así parezca esto como cagado de las moscas u horadado de carcoma, que es como está y me quedo corto. Así, además, tiene más gracia. O ninguna, vete a saber.)